martes, 20 de agosto de 2013

Esperando a Bale


La nostalgia del Ausente que anunciara Gistau se ha convertido en una competición por ver quien tiene el mourinhismo más grande. Lo que un día llamamos mourinhismo se ha convertido en la UCD de Adolfo Suarez o El pico de las viudas que retratara John Irving. Hay que decir, no obstante, que para viudas compungidas las del periodismo patrio que no dejan de recordarme a aquella del sketch más políticamente incorrecto de Martes y 13 y que gemía desconsolada ante el ataúd de su marido: “¡Ay, Pepe, quién me va a pegar a mí ahora!”. La obsesión de muchos de estos individuos merecería un estudio por parte de algún eminente psiquiatra a ser posible que no sea argentino. Mourinho se fue y ahora le miramos como a la novia a la que no le supimos dar lo que pedía y que fue a caer en brazos de otro que le andaba susurrando al oído que no la merecíamos. Y nadie puede negar que tenía razón. Queda claro que el duelo les dura a unos más que a otros y en lo que a mí respecta le deseo al portugués que le vaya muy bien aunque él y yo sabemos que ha cambiado la aristocracia por un nuevo rico un poco hortera. Mourinho se fue pero lo que dejó sembrado en el Real Madrid apenas ha salido aun a la superficie pero que no le quepa duda a nadie de que ya germinó.

Acabada la primera era de Mourinho, puso Florentino Pérez la dirección del primer equipo en manos de Carlo Ancelotti, en lo que fue el primer culebrón del verano. Zinedine Zidane ocupa al parecer la dirección deportiva de la entidad y es al mismo tiempo el segundo entrenador del equipo de Ancelotti en una de esas paradojas que sólo pueden ocurrir en el Madrid. Zizou sería al mismo tiempo superior y subordinado del técnico italiano. He pasado muchas horas tratando de descifrar cómo realizará Zidane ese cambio de papeles en medio de una conversación con Ancelotti. Puede que ponga dos voces diferentes, una como jefe y otra como subordinado; quizás tenga siempre a mano un blazer y una corbata o es posible que hayan decidido expresarse en francés cuando Zizou es director y en español cuando es entrenador. Quizás la solución sea mucho más sencilla y el verdadero director deportivo sea Arrigo Sacchi, por poner un ejemplo. Zidane, o Carlo, o Florentino, o vaya usted a saber quién, se pusieron a la tarea de mejorar la plantilla con dos fichajes que concitaron adhesiones inquebrantables de todos los sectores del madridismo. Desde los camisas viejas del underground hasta las redacciones de los principales diarios madridistas antimadridistas. No se recordaba tanta unidad en el madridismo desde la celebración de la Séptima. Isco e Illarramendi más el regreso de Carvajal y la llegada de Jesé  al primer equipo suponían la base de un nuevo proyecto asentado en españoles y canteranos olvidando las tropelías de Mourinho que nos llenó ésto de portugueses que se rifaba media Europa, turcos desconocidos que renunciaban a su sueldo mientras estaban lesionados y tuercebotas como Sami Khedira. Gentuza. Volvía la ilusión y los niños sonreían. Para desgracia de muchos el bueno de Florentino llevaba meses con la calculadora, los estudios de mercado y las estrategias de marketing y había llegado a la conclusión de que se hacía necesario el golpe de efecto que no se iba a conseguir con la contratación de dos jugadores con una mínima cuota de mercado fuera de nuestras fronteras. Considerar al Real Madrid como un equipo únicamente español y vivir permanentemente mirándonos el ombligo no es lo que ha hecho que el club sea a día de hoy el más poderoso del mundo. El fichaje de Gareth Bale es absolutamente esencial desde un punto de vista estratégico y más cuando parte de los derechos de imagen de Cristiano Ronaldo se han ido al limbo de su renovación. Decía hoy mi amigo Jarroson en su crónica del partido: “…acabamos de salir de tres años en los que se ha demostrado que no es necesaria meter a muchos trapecistas en una cuerda para tener un espectáculo más bello.” Olvida Jarro las palabras de Florentino Pérez tras el verano de su rentrée: “Hemos tenido que hacer en un año lo que podríamos haber hecho en tres” y olvida también que durante los últimos tres años el entrenador del Real Madrid era un tal José Mourinho que atraía sobre si el foco mediático de tal forma que no hacía falta mucho ruido más para mantener al Real Madrid en el primer plano de la información a nivel mundial. El Madrid de Lorenzo Sanz ganó dos Copas de Europa y sin embargo tuvo que vender, por ejemplo, a Clarence Seedorf para pagar las nóminas de los jugadores. Y de lo que hizo Ramón Calderón con la herencia económica recibida de la primera etapa de Pérez mejor no hablamos. En lo estrictamente deportivo discutir a Gareth Bale cuando se ensalza a jugadores que han demostrado un millonésima parte de lo que ha demostrado el galés no se entiende. Yo, al menos, no lo entiendo. Y discutir sobre la necesidad o no de contar con uno de los mejores jugadores del mundo me recuerda a lo que se dijo cuando se fichó a Zinedine Zidane. Podemos discutir la necesidad de contratar a un 9 pero eso sólo puede hacerse de forma independiente al fichaje de Bale y cuando pedimos, por ejemplo, a Suarez no conviene olvidar que un jugador de su carácter vistiendo además la camiseta del Real Madrid podría pasarse la mitad de la temporada sancionado.

Llevábamos semanas sin dejar de escuchar y leer que en el primer partido de liga el titular en la portería sería Íker Casillas. “¡Para eso han fichado a Ancelotti!”, rugía la marabunta. Y en los días previos al partido contra el Betis nadie ponía en duda que el muchacho de Móstoles volvería al lugar en el que se supone que debe estar siempre, bajo el larguero, en virtud de unos derechos históricos que alguien debió firmar en una bolsa de pipas. Yo debía ser el único cretino que apostaba por la titularidad de Diego López aunque bien es cierto que lo mío responde a una teoría de la conspiración sin base alguna y que yo mismo he inventado. Que López lo juegue todo para forzar a Casillas a pedir su salida en el mercado de invierno para que no peligre su participación en el Mundial de Brasil. Dicen, no sé si es cierto, que Ancelotti anunció a los jugadores durante la semana que Casillas sería el portero titular pero lo cierto es que a la hora de la verdad el que apareció en la alineación fue el gallego y al capitán, la bandera del madridismo, español y canterano, sólo le faltó decir: “Pues ahora me enfado y no respiro”. Se conformó con la enésima muestra de su total falta de respeto a sus compañeros, al club que le paga y a la afición del Bernabéu que le ha defendido hasta hace bien poco. Casillas no participó en el calentamiento y tuvo que ser Mejías el que realizara la labor habitualmente destinada al portero suplente en el calentamiento del portero titular. De brazos cruzados, en el medio del campo, como un niño chico, quizás escuchó Casillas los pitos de su afición cuando su nombre fue mencionado por megafonía. Como tantas veces, este hecho ha sido convenientemente silenciado por una prensa a la que se le acaban las excusas a la misma velocidad que a nosotros la paciencia. En el debe de Carlo Ancelotti hay que poner que no mandara al capitán a casa después de que éste se negara a realizar su trabajo.


La primera alineación de Ancelotti apenas tuvo sorpresas si descontamos la portería. Ha sido el propio entrenador el que se ha cansado de repetir durante la pretemporada que el objetivo del Madrid era jugar bien al fútbol, bien aleccionado supongo, y en su primer partido oficial llenó el campo de eso que los modernos llaman “fantasistas” y los horteras “jugones”. Fue un desastre. Pepe Mel adelantó la defensa 20 metros y durante la primera parte la mayoría de los ataques del Madrid acababan en las botas de Benzema en fuera de juego, para desesperación de sus groupies y las medias sonrisas de los fans de Higuaín. El cambio de actitud que se esperaba del francés al quedar como único referente en ataque no fue tal y al Bernabéu se le empieza a acabar la paciencia. Dos laterales que son un desastre táctico, dos centrales sin jerarquía alguna, Khedira quedando sólo en la labor de proteger la casa, Modric desubicado y cuatro jugadores arriba a los que no llamó Dios por el camino del sacrificio. Cada pérdida de balón era un susto que afortunadamente el Betis sólo supo aprovechar en una ocasión. Lo peor fue la absoluta falta de organización del equipo en ataque y sobre todo en defensa. Por primera vez en mucho tiempo tenía sentido aquella frase totémica: “El Madrid no juega a nada”. Estoy completamente de acuerdo con lo que hoy decía Percivalesco en Twitter: “Si el Madrid tiene un bloque que viene de jugar a una cosa, no creo que el entrenador sea tan idiota como para no carburarla en función de sus características.” Dejar de lado un estilo de juego que ha funcionado mejor de lo que los resultados de la última temporada pueden hacer suponer sólo para incluir a determinados jugadores que cuentan con el beneplácito de la prensa no parece la manera más inteligente de comenzar una etapa. Y menos cuando se espera la llegada de un crack que se adapta mejor al estilo anterior que a este nuevo que ayer vimos sobre el césped del Bernabéu. Es abandonar el punk para ir a parar directamente a los Nuevos Románticos sin pasar por el after-punk. Te pierdes a Joy Division y a The Cure. Uno esperaba estampidas dobles de Bale y Cristiano y empieza a temer que se va a tener que contentar con taconazos de Isco, subidas sonrientes de Marcelo y “asociaciones” de Benzema. Ganó el Madrid sin lustre alguno con un gol de Isco que le redimió a mi entender de una actuación ciertamente mediocre. Carletto sabrá. Tiempo al tiempo. Nos quedamos, como Vladimiro y Estragón, esperando a Gareth Bale.